jueves, 21 de mayo de 2009

Buscando al Nuevo Líder

Parte I: Venezuela y el Liderazgo

“Nuestra necesidad de verdaderos líderes va silente, pero se manifiesta de forma patética, como en nuestra idolatría por las estrellas de la farándula, nuestra admiración por reyes corporativos y nuestra elevación instantánea de MacHéroes como Ollie North*. No nos gustó mucho lo que hizo, pero adoramos la forma en que lo hizo”**

(Warren Bennis en Managing People is Like Herding Cats).

En la Venezuela contemporánea con cada vez mayor frecuencia se comenta la necesidad de líderes. Se buscan por doquier personajes destacados en el anhelo de que probablemente alguno supere la visión de este humorístico dictador en el que se ha convertido Hugo Chávez Frías. Este clamor que desde hace años se escucha entre los ciudadanos, en mucho es callado y otras veces desvirtuado por algunos actores políticos, conjuntamente con buena parte del público de gradería. Sirvan de ejemplo las siguientes expresiones:

— ¿Para qué más líder si tenemos al Comandante Chávez?
(Un mantenido).

— ¿Por qué preocuparnos en buscar líderes si cualquiera es mejor que ese hombre?
(Un despistado).


Tan delicado como extenso, por las diversas implicaciones que conlleva, el tema del liderazgo no podría agotarse en esta breve reflexión, pero en procura de un exhorto inocente a la disertación abierta sobre el mismo, he considerado dejar algunas líneas al respecto.

En la costumbre de obviar las vicisitudes devenidas de la multifactorial crisis en la República, los ojos se han mantenido semicerrados —bien que no cerrados del todo— ante los problemas que trae consigo la falta de buen liderazgo. Esa rehuída a tratar la temática viene dada por el generalizado desdén a toda participación protagónica que adolezca de un tufillo a caudillismo barato, presente desde siempre en nuestras tierras; una forma de liderazgo que parte del egoísmo y el engaño. (Vide “Tierra de Caudillos”).

Como consecuencia directa del problema del caudillismo, la desconfianza natural de las personas hacia los personajes populares y carismáticos de la vida pública impone una barrera entre el eventual líder y sus eventuales seguidores. La larga tradición del pueblo venezolano de soportar líderes que manejan la verdad a su conveniencia y en desmedro del país ha endureciendo el criterio sobre cada nueva figura en el escenario político y social. El culmen del proceso que se describe lo ha venido a representar justamente Hugo Chávez, que pasó de ser la esperanza de un cambio en la accidentada vida democrática, a ser un poco más de lo mismo, pero con maestría en manipulación maquiavélica.

Como paliativo a la necesidad de un liderazgo de tendencia benéfica para los venezolanos —por excepción al proceder que comentara en el exordio—, actualmente algunas agrupaciones con fines políticos han marcado esfuerzos en la formación de líderes para el futuro que destaquen por su capacidad de trabajar por, para y con los ciudadanos en la solución de problemas comunes de forma eficaz y sobretodo, honesta. Y aunque la intención es buena, por sí misma no basta. Conscientes todos de que los líderes son el producto de sus circunstancias y son del tamaño de la misión que se les presente, el objetivo no debe agotarse en la dulce espera por que estos noveles actores se conserven sanos y equilibrados hasta alcanzar el poder de conducir el destino de la nación para llevarla finalmente al Jardín de los Deleites. En un pensamiento más realista se ha preferido partir de la opinión que afirma que los esfuerzos deberán encaminarse, sin desatender la preparación de un liderazgo de buena base, a la elevación de las masas a los niveles de cultura política y social que les convierta a futuro en un reto formal para que los aspirantes a líderes no sucumban a la tentación de edificar su liderazgo sobre la mentira en la subestimación del pueblo.

Ya que el asunto del liderazgo se corresponde con una relación esencialmente bidireccional de líderes y seguidores, el desarrollo de la primera parte de esta ecuación no puede exceder al de la segunda. En el entendido de que el liderazgo per se no es bueno ni malo y que su circunstancia depende de la visión del líder, la concepción pobre o distorsionada que se tenga sobre liderazgo dará cabida al sostenimiento de líderes verdaderamente desastrosos en cualquier ámbito. Lo decía Jacinto Benavente al referir que “Los pueblos débiles y flojos, sin voluntad y sin conciencia, son los que se complacen en ser mal gobernados”. Esta frase recuerda así la contienda a librar con la actual crisis de valores si se quiere lograr un cambio en positivo sobre el presente; asumiendo integralmente el crecimiento de los pueblos se entenderá pronto que éste no se concreta en desarrollar únicamente la inteligencia sino en la dotación de la probidad y el acierto que les mueva a convertirse en dueños de su propio destino.

Se ha contado con la voluntad en este ensayo de expresarse en plural respecto de la necesidad de liderazgo. Si bien es cierto que la arraigada percepción mesiánica de los líderes hace que luzca como prioridad entre los venezolanos el requerimiento de un rival para Hugo Chávez en el tablado político, no es menos cierto que el dilema del liderazgo abarca a todos los planos, así como tampoco deja de ser verdad la cuestión de que un solo hombre no es capaz de representar una salida a la múltiple problemática que se vive en Venezuela. Contestes deben quedar los lectores de que debe quedar superada la visión mítica del líder como encarnación de la panacea universal.

Pero para la desconcertante situación política venezolana, aquellos que pretendan liderar el cambio deberán contar con capacidades suficientes para hacer suyas las vocaciones y voluntades populares de uno y otro bando en procura de una reconciliación a gran escala y con proyección al mejoramiento social, cultural y económico. Por desgracia el germen del resentimiento, tan cruelmente sembrado en muchos sectores, se ha manifestado en la confrontación visceral de seguidores oficialistas y opositores. Como un reto para el que no alcanzarán únicamente las buenas intenciones y en el que no habrán de sobrar esfuerzos, se presentará el liderazgo para quienes tengan sus miras en ser actores protagónicos de una realidad política post chavecista. Queda de los prudentes advertirlo.

* Oliver North es ex Teniente Coronel del Cuerpo de Marina de los Estados Unidos, famoso por su implicación en el escándalo político Irán-Contra a finales de la década de los ochenta durante la administración de Ronald Reagan.

** Traducción de Alejandro Morales-Loaiza.

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